
La pérdida del jugador argentino, que debió abandonar el campo el domingo, durante el partido contra Osasuna, supondría una alteración importante en los planes de Mourinho. El examen médico al que fue sometido ayer reveló, según fuentes oficiales del Madrid, que Di María sufre una rotura del bíceps femoral. Según las mismas fuentes, el jugador tardará un mes en curar el muslo dañado y en estar disponible para competir. Las fechas no son irrelevantes: el 10 de diciembre el Barcelona visita Chamartín.
El recuerdo de la última final de Copa revela la importancia de Di María en el esquema del Madrid. Fue el jugador que, en un contragolpe vertiginoso, previa triangulación con Marcelo, le puso el centro del gol decisivo a Cristiano Ronaldo. El curso pasado, Mourinho pedía a sus jugadores que canalizasen los ataques hacia las bandas. Aquellas maniobras buscaban los espacios a la espalda de los laterales contrarios, escenario ideal para el lucimiento de Cristiano, Di María o Marcelo. Nadie generó más dificultades a los laterales del Barça, sea por la derecha o por la izquierda, que Di María.
Esta temporada, Mourinho auspicia otro tipo de movimientos, un juego más interior, en el que también pueden destacar Kaká o el propio Di María. Desde que se reincorporó tras las vacaciones, el atacante ejerce menos de extremo, dosifica la gambeta, va más hacia dentro, busca los apoyos, hace más la pausa y da muestras de distinguido pasador.
Las estadísticas menos generosas le conceden nueve asistencias en esta Liga. Pero ha sido el autor de más pases que acabaron en gol en la misma jugada. En todos los casos, Di María figura como el mejor asistente del campeonato.
El presidente madridista, Florentino Pérez, se horrorizó cuando debió pagar 35 millones por Di María para satisfacer la demanda de Mourinho hace un año. El técnico lo pidió con vehemencia y el jugador siente que le debe su presente y su futuro. Ese vínculo que le une a Mourinho y su agente, Jorge Mendes, le proporciona seguridad, pero le aísla en la plantilla. Di María no pertenece a ningún grupo, ni de españoles ni de portugueses. Es de Rosario. Es canalla. Es devoto de san Expedito. Por lo demás, le basta con su lealtad a Mou.
Varios jugadores, pero sobre todo Özil y Kaká, observan la situación con recelo. Creen que, mientras ellos deben competir por un puesto, el argentino lo tiene asegurado de antemano. Por eso se indignan cuando Mourinho los ignora hasta que Di María da un pase de gol o hace un gol él mismo. Se molestan cuando ven al técnico inmutable hasta que salta emocionado solo para felicitar a Di María o, como hizo en Málaga, para meterse en el campo a abrazarlo.
Özil y Kaká ya saben que Mourinho pone la lealtad en el sagrario. Di María le venera, luego él venera a Di María.